Es normal pensar que una habitación sin ventanas ni electricidad esta siempre oscura, ya que por lógica un lugar sin ningún tipo de corriente electrica ni un solo hueco por el que pueda pasar rayos de luz exterior siempre debe estar oscuro a menos que abran la puerta. Esto es sabido por cualquier humano que tiene un poco de experiencia y razón, pero para Katie no lo era.
Ella, teniendo solo 2 años de edad, comenzaba a descubrir el mundo, tocaba, arrojaba y pateaba todo por diversión. Era obvio pues le encantaba ver la televisión con su madre cuando ella veía deportes. Su sonrisa era permanente, siempre atenta a los pequeños detalles de la vida. Un día encontró una puerta dentro de su casa en la cual nunca había visto que había dentro. Con las pocas palabras que sabía, balbuceó a su madre para saber qué había dentro. Sin embargo, las situaciones en las que lo hacía solo la llevaban a tener una caricia sobre su cabello y una maternal mirada para terminar con la misma duda ya que su madre, de expresión triste y melancolíca, solo la evadía.
Katie normalmente se paseaba por la casa jugando con un muñeco de acción que prendía un foco encima de su cabeza y alumbraba de diferentes formas dependiendo del botón que aprietes. Su madre la veía jugar mientras lavaba los trastos de la cocina, era realmente entretenido ver como se reía cada vez que apretaba el botón de su muñeco.
Una noche, la señora sentada frente a la televisión escuchó las risas de su hija, se levantó preocupada por las altas horas de la noche. Todo estaba en orden, su hija dormida y su muñeco de acción en su ropero. Pensó que eran efectos de cansancio por haber hecho mucha limpieza a la casa así que decidió irse a dormir. Durante la madrugada Katie despertó a su mamá preguntando el por qué se había llevado su muñeco, su madre aletargada por el sueño no sabía de lo que hablaba. Katie se desesperó y comenzó a llorar por que quería su muñeco de vuelta argumentando que no era justo que otra niña lo estuviera utilizando cuando ella no. Su madre no comprendía lo que Katie estaba reclamando. La pequeña, balbuceando su enojo dijo que había comprendido por qué nunca le quería decir que había en la puerta, escondía a alguien que usaba su muñeco cuando ella dormía de noche. Su madre entrando en pánico preguntó por qué había dicho eso. Katie contestó que vió luces debajo de la puerta, las luces de su muñeco preferido. Su madre temerosa la dejó subir a su cama y cerraron los ojos esperando dormir.
Pasaron los días y Katie no lograba encontrar su muñeco. Su madre le decía que buscara bien pues era ilógico que no estuviera si ella no lo había tomado. Los días se pusieron más tensos en cuanto a su relación. Katie no sonreía más.
Durante la noche de un día estresante Katie volvió a despertar a su madre, había visto las luces de nuevo. Su madre la dejó dormir con ella pero esta vez ella no pudo dormir. Durante la mañana Katie enojada comió sus alimentos del desayuno y balbuceaba la palabra "Injudta" a su madre. La señora fastidiada le gritó causando un terrible llanto sobre su hija. Se metió a bañar y dejó a la pequeña comiendo su desayuno con lagrimas en los ojos. Katie se levantó y buscó a su madre en su recamara pero solo vió una llave encima de un buró. La tomó y vió la puerta cerrada, tuvo una idea. Introdujo la llave y se dió cuenta que podía abrirse con esa llave así que lo hizo y crujió la puerta. La señora escuchó el tronar de la puerta y salió corriendo con una toalla encima. Katie estaba enmedio de aquella recámara oscura con su muñeco en la mano, a sus lados había dos cunas y en la pared del fondo la foto de Katie con un niño abrazandola y detrás de ellos su madre y un señor con un traje de jugador de futbol besandola. Habían fotos de ellos esparcidas por todas las paredes, y un recorte de un periodico en el que se veía un carro chocado. Katie preguntó a su madre quién era ese niño y el señor que se veía en varias fotos de aquella oscura habitación. Su madre comenzó a llorar y la sacó de ahí. Le explicó con lagrimas en los ojos que jamás tenía que volver a meterse de nuevo dentro de esa puerta. Katie prometió confundida hacerlo.
Los días volvieron a ser normales. Katie sonreía como siempre jugando con su muñeco preferido. La señora la escuchaba reir mientras limpiaba la casa y veía la televisión pacíficamente hasta aquella noche en el que Katie la despertó diciendo "ese niño de la foto se llevó mi muñeco, ¿me abres la puerta para sacarlo?, te prometo que ya no me portaré mal"
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